Nunca hubiera podido ser una buena periodista de diarismo. Me molesta ver cuando todos como borregos opinamos no lo mismo, pero sí sobre lo mismo, cada vez que un tema crítico salta a la palestra. Y al día siguiente, periódico de ayer. A nadie le interesa. Pero, al mismo tiempo, me encanta leer lo que los demás escriben. Así que, básicamente soy parte de eso digo que odiar. Así que quizás no lo odie tanto, sino que mi metabolismo para digerir las noticias y los temas tiene otro ritmo. No me gusta opinar pronto, porque yo necesito meditar, sopesar y pensar TODO.
El clásico de tema de febrero es el día de los enamorados. La competencia al post más cursi, dónde sólo unos pocos, muy pocos, salen bien librados. Pero, bueno, seamos indulgentes con nosotros mismos, para darnos un día de gritar nuestros amores a los cuatro vientos.
Y ahora, en marzo, todos hablamos de mujeres e igualdad de género. Que está muy bien. Deberíamos hacerlo con más frecuencia y afortunadamente hay quienes no hablan de esto sólo un día, sino que debaten, proponen y actúan todos los días.
Confieso que el tema de la huelga en España me superó. Me parecía brutal la movilización organizada, hasta que me tomé el tiempo de leer el manifiesto de la huelga. Entonces, todo mi entusiasmo se apagó. Para una emigrada voluntaria como yo del país mermado y arrasado que nos ha dejado el chavismo en Venezuela, cualquier manifiesto que bebe de fuentes más marxistas y comunistas para su llamado, me espanta. Me aterra. Suspende mi diplomacia aprendida, y ya no quiero debatir sobre las ideas, sino solo apuntar los hechos.
Como leí hace poco en twitter, parafraseo porque no recuerdo al autor, pero decía más o menos esto: “Una cosa es ser comunista escribiendo por twitter desde un iphone sentado en un café de Starbucks, y otra muy distinta ser comunista haciendo una larga fila para comprar pollo o pañales bajo el sol de un mediodía tropical” y agregó de mi cosecha: Y alerta de que no te roben el celular (móvil) con el que intentas tuitear.
Por otra parte, no entendía cuál sería la efectividad del llamado a huelga, porque, desde mi punto de vista no quedaba claro cuál era su objetivo. Yo no soy sindicalista, pero sí he estado agremiada y sé el valor que tienen las asociaciones. Por eso, sé que las acciones más efectivas son las que tienen objetivos concretos: aumento de sueldo, mayores cuotas de participación, reducción de jornada laboral, un mejor comedor, etc. Por eso, escudriñé el manifiesto y lo único que pude deducir como objetivo fue: Sentar un precedente, y recibir más recursos para la divulgación de la causa. ¿Esto cómo se podrá medir? ¿Se hicieron peticiones al congreso para recibir mayor presupuesto? Al que tenga más luces, le agradecería que me lo aclare.
Pero, a pesar de todo mi escepticismo por el contenido del manifiesto, todas las movilizaciones, marchas y activismo cibernético me superaron aún más. Me emocionaron y aún me emocionan, porque la mayoría que se sumó, habiendo o sin haber leído el fulano manifiesto, caminó, marchó y escribió SU propio manifiesto, y sus propias reivindicaciones. Con lo cual, la estrategia de capitalizar una causa humanitaria como “la igualdad de género” a favor de ciertos partidos políticos, afortunadamente, no cuajó. Cuajó la solidaridad y la sororidad.
Y en solidaridad por todas las lucharon antes de mí, para que yo pudiera estudiar, trabajar y votar, como si fuera la cosa más normal del mundo. Por eso, a mitad del día, yo también paré. No como madre, ni como guionista freelance, que la verdad no tendría mucho sentido. Pero, a mitad del día, no envié a mi nena al cole, se quedó conmigo en solidaridad con sus maestras que decidieron que sí debían parar.
Y lo que más me alegra aún es ver cómo desde cada sector, desde su trinchera, las mujeres organizadas identifican las fallas y proponen cómo superarlas.
Y de eso hablaré en mi próximo post, qué hacen “Las dones del cinema”, las cineastas en Cataluña para cambiar la realidad de su (nuestro) sector.
PD: La octavita se refiere cuando una semana después todavía se sigue celebrando.